domingo, 10 de junio de 2012

CARTA A JUAN LUIS CIPRIANI


Señor Cipriani:

Usted es una persona que, debido a su alto cargo eclesiástico vive alejado físicamente de la realidad nacional; sus vínculos con la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei no han sido negados, a pesar que tal secta es conservadora y ajena a los intereses de un país en esencia pobre, ignorante y explotado, que alienta el asistencialismo y se reúne en torno a una aristocracia laíca, de contenido liberal y praxis maquiavélica; el sustento mismo de su pensamiento es la religión, una cosmovisión mítica, basada en supuestos no demostrables que han sido elaborados de manera subjetiva e irracional a través de los últimos dos milenios; en ese sentido, conserva un discurso y un pensamiento anacrónico que lamentablemente se ajusta al escaso nivel cultural de la mayoría de nuestra población, y finalmente, a lo largo del desempeño de su labor religiosa se ha aliado o relacionado usted con lo peor de nuestra política criolla (siguiendo el ejemplo de los que se aliaron al dictador Francisco Franco, en la España fascista). 

Su autoridad lamentablemente existe, pues además de provenir de la curia romana, los católicos lo escuchan y siguen, sea por su condición de pastor principal de su iglesia, o por el temor mismo que genera en los fieles la posibilidad de rechazar su mensaje o a su persona, temor que deriva de la propia naturaleza de la doctrina cristiana.

Por ello es que usted en particular, la iglesia cristiana y cualquier otra iglesia y religión en general son casusa de retroceso, oscuridad, sentimiento de culpa, temor infundado, incapacidad de apreciar la realidad para el ser humano y por ello deben ser rechazados, ejerciendo nuestro derecho de intolerancia a los que es absolutamente intolerable. En este caso no cabe respeto a personas e instituciones que degradan al ser humano y lo detienen en la posibilidad de su desarrollo. 

El amor, el respeto, la tolerancia, la solidaridad, la caridad, la piedad, la entrega, no son valores, principios ni actitudes exclusivamente cristianas, y lamentablemente no define bien al cristianismo últimamente stienen; por el contrario, es una constante que las autoridades de la Iglesia se han aprovechado de tales valores y tales discursos para vivir opulentamente, negando lo que originalmente fue el sentido de su ecclesia, explotando a los individuos, distorsionando sus mentes y forzándolos a actuar incluso contra su propia condición humana.  

No más iglesias, no más sacerdotes, no más religión, no más ilusión religiosa. Debemos volver al ser humano y la necesidad de conocer la realidad, sin obstáculos, sin temores, sin  intérpretes oficiales ni oficiosos, solos, como siempre hemos estado, y dueños de nuestro destino, para sobrevivir o para vivir mejor, pero con el ser humano como posibilidad, con el ser humano como realidad y con el ser humano como parte de un universo en el cual no somos sólo una anécdota, el experimento de alguien o el ejército, las huestes, los hijos, los siervos o la grey de nadie.

Humanos en suma, sin dioses, vinculados a la realidad, con esperanza en nosotros mismos

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