martes, 26 de junio de 2012

ENCONTRAR A DIOS ANTES DE MORIR





Me preocupa que busquemos a Dios en la vejez y no lo hayamos buscado cuando teníamos tiempo para encontrarlo. 


Y no es que de pronto haya descubierto "la luz y la verdad". Lo que ocurre es que la experiencia tardía de un dios salvador o redentor constituye un acto desesperado por hallar regocijo en un supuesto paraíso, por ahora negado para nosotros los "pecadores", o en todo caso en un purgatorio (creación del medioevo para salvar a prestamistas y banqueros). 


Así pues, buscar a Dios en el crepúsculo de nuestras vidas no es signo de madurez, no es signo de arrepentimiento, no es señal de sabiduría ni de sensatez, lamentablemente es muestra de temor irracional, de no saber que va a pasar ni a donde voy a ir, de reconocerme pecador y creer que hay un cielo esperándome al final del purgatorio y de un tiempo final de arrepentimiento. 


Y ello ocurre por haber estado atado a una vida sin reflexión, sin cuestionamiento, sin curiosidad, sin dudas acerca de la realidad y Dios, descuidando algo que es realmente valioso, la libertad, no esa que nos habla de un más allá glorioso, sino aquella que es opción racional, esa que nos aleja de dioses y nos acerca más al hombre.


Probablemente soy muy categórico, poco objetivo, reduccionista y nada reflexivo, pero se trata de una opinión que se sustenta en una percepción absolutamente racional del problema. En la que Dios es parte de una conciencia mítica que sirve de explicación al vacío cultural que el hombre mantiene y contradictoriamente alimenta, por estar enredado en un circulo vicioso de fantasías esclavizantes con las que se ha entregado a su propia creación, la de religiones y dioses que hoy le impiden actuar con libertad.

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